Sí, la otrora pujante, bella, alegre y acogedora Venezuela, cual ciervo herido por el certero disparo del cazador, se desangra lentamente y, por desgracia, si nadie detiene esta hemorragia, Venezuela morirá irremisiblemente. Se desangra por los orificios que causan las balas disparadas por la policía y los paramilitares del dictador Maduro en los cuerpos de sus pacíficos ciudadanos –en tres meses ya superan el centenar de asesinatos-, sin distinción de sexo ni de edad; pacíficos ciudadanos que con coraje espartano y sin otras armas que sus democráticas convicciones y sus derechos fundamentales, tratan, día a día, de defender la libertad que les ha sido arrebatada; se desangra por la brutal mutilación de sus instituciones democráticas; se desangra por los encarcelamientos injustificados de todo aquel que osa revelarse contra la injusticia de ese ex conductor de autobuses elevado a lo más alto de la política por obra y gracia de un golpista llamado Chávez; golpista, sí, porque el teniente coronel Hugo Chávez Frías, como todo el mundo sabe, intentó, sin conseguirlo, un golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez de Bricio, entonces presidente electo, a quien no voy a defender, ya que su segunda legislatura estuvo marcada por una corrupción sin límites, pero que, en definitiva, él era el presidente electo y, en todo caso -como así sucedió posteriormente- eran los electores quienes estaban en el derecho de apartarle de la presidencia mediante las urnas.
Hugo Chávez Frías, tras su fallido golpe de estado fue encarcelado en la prisión de San Francisco de Yare, en el estado de Miranda. El 27 de Marzo de 1.994; tras el sobreseimiento del proceso que le otorgó Rafael Caldera –erigido en máximo mandatario tras la derrota electoral de Pérez de Bricio- y como parte de un acuerdo con sectores de la izquierda, fue liberado Hugo Chávez. Éste, que en 1982 había fundado el Movimiento Bolivariano (MBR 200), desde la cárcel y a través su partido, estuvo lanzando, día tras día, mensajes populistas en forma de canto de sirena, consiguiendo embaucar a muchos venezolanos que, de buena fe, creyeron en lo que les había prometido, llevándole al poder.
Me pegunto cuántos de aquellos venezolanos, y cuántas veces, se habrán arrepentido de haber creído en las patrañas del militar golpista, principal responsable de la tragedia que hoy vive Venezuela, pero lamentablemente, el arrepentimiento no les conducirá a nada; ya es demasiado tarde. El arrepentimiento no cortará la hemorragia; el arrepentimiento no evitará que muchos venezolanos sigan muriendo de hambre, porque en Venezuela ya hay hambruna; el arrepentimiento no detendrá las balas de los “valientes” paramilitares –guardia de corps de Maduro-; el arrepentimiento no proveerá de medicamentos a las farmacias; el arrepentimiento no abrirá las puertas de las cárceles si no es para nuevos ingresos.
Las relaciones bilaterales entre Venezuela y Cuba, rotas en 1.902, a raíz de que Cuba se aliara con Rusia, se reanudaron en 1.999 cuando Chávez llegó a la presidencia. Muchos venezolanos, conocedores de la situación política y económica por la que Cuba atravesaba, intentaban alertar a la población de las consecuencias que esa relación podría traer en el futuro, pero la mayor parte de los venezolanos, entonces con una economía pujante –gracias sobre todo al petróleo- , se limitaban a decir: “Venezuela no es Cuba”. Hoy, en España, ante la amenaza de Podemos -los asesores de Chávez y Maduro- muchos españoles también dicen: “España no es Venezuela”. Visto como se pronuncian los dirigentes de la formación morada, yo, personalmente, estoy seguro que, si un día Pablo Iglesias se sienta en el sillón de la Moncloa –cosa muy probable-, España se convertiría en otra Venezuela. Hoy a Podemos les siguen cinco millones de españoles que, evidentemente, piensan como la cúpula del partido –me niego a creer que son votantes de buena fe que lo único que quieren es poner banderillas rojas al partido del gobierno, como afirman algunos medios-. Los votantes de Podemos saben muy bien a quién votan y lo que quieren, y será suficiente que les voten otros dos millones más para que Iglesias, con la ayuda de Pedro Sánchez, se instale en La Moncloa y España inicie el camino hacia el precipicio.
En la víspera en que Maduro quiere –es muy probable que lo consiga- instaurar una Asamblea Constituyente para convertirse en dueño absoluto y perpétuo de Venezuela, tirando a la basura todo vestigio de democracia, temiéndose lo peor, las principales aerolíneas de Occidente ya han interrumpido –temporalmente, dicen- los vuelos a Caracas, en espera de lo que pueda suceder.
Sí, tristemente, Venezuela se muere; mejor dicho, la está matando el régimen de Maduro; y no sería malo que España se mirara en ese Espejo y tratara por todos los medios de evitar seguir el mismo camino. Se dan circunstancias muy semejantes entre ambos Países: en Venezuela votaron a un militar golpista para evitar tener en el poder a un gobierno corrupto como era el gobierno socialista de Carlos Andrés Pérez de Bricio; eso es como meter el zorro en el gallinero para cuidar las gallinas. En España, como consecuencia de la corrupción de los dos partidos que se han alternado en el gobierno desde que se instauró la democracia, el PSOE y el PP, se votó en gran medida a Podemos, y como los venezolanos en su día, seguimos diciendo: “España no es Venezuela”. Los que hemos vivido bajo una dictadura y hemos conocido el racionamiento, no deseamos volver a esos tiempos. Por otro lado, Podemos, aun sin gobernar más que en algunos ayuntamientos, y con ayuda del PSOE, ya ha demostrado no hacer ascos a la corrupción; claro que, cuando son ellos los que meten la mano, eso es diferente.