Después de haber leído la extraordinaria obra literaria, basada en la historia de la minería del Valle de Laciana, en particular, y de León, en general, escrita por Víctor del Reguero y editada por Piélago del Moro: “Las gafas del Belga” -hombre que, partiendo desde abajo llegó a la más alta cumbre directiva de la empresa más importante habida en la siderurgia leonesa, “Minero Siderúrgica de Ponferrada” (MSP)-, no me extraña, en absoluto, que la mencionada obra haya sido nombrada Libro del año en León. “Las Gafas del Belga” no es un libro más. Quien guste leer libros de tratados históricos no puede pasar por alto este título; además, si es nacido en Laciana o en el Bierzo, o si simplemente es oriundo de alguna de estas zonas mineras, razón de más para no perder su apasionante lectura.
En esta obra, el autor describe con meticulosa pulcritud y de forma magistral, todos los acontecimientos y personajes que, de una u otra manera, fueron partícipes en el desarrollo histórico de la minería leonesa. Apoyándose en una estupenda documentación gráfica y con un ímprobo trabajo de investigación, narra de manera exhaustiva y, paso a paso, el complicado inicio y posterior desarrollo del principal motor del progreso económico y la transformación del modus vivendi de Laciana, en particular y, en general, de todo el noroeste de la provincia de León. De forma amena y no carente de ciertas pinceladas poéticas, que el autor deja entrever en todas sus obras, relata, meticulosamente, todos los entresijos, intrigas, dificultades y hasta, incluso, batallas políticas y de estrategia comercial que, ineludiblemente, una transición tan brusca, como es la de cambiar costumbres centenarias y modos de vida de labradores y ganaderos por el intrusismo de una pujante industria minera, imperativamente, tenía que traer consigo.
Al socaire de la historia de la minería, Del Reguero, con su habitual narrativa, digna de un historiador imparcial, va desgranando los entresijos y estrategias político-comerciales que la implantación y explotación de las denuncias carboníferas, ineludiblemente, se producen. En aquellos acontecimientos, la figura del Belga (Marcelo Jorissen) -con todo merecimiento- sobresale sobre todos los demás personajes, aún siendo muchas y muy relevantes las personalidades involucradas en la intrahistoria –como el autor, emulando a Unamuno, gusta decir- de la minería.
Siendo de máximo interés el retrato que Del Reguero hace de la figura del Belga, no lo es menos la descripción exhaustiva y cronológica de todas las personas que contribuyeron –unos con capital y otros con su esfuerzo y sacrificio- al desarrollo de las diferentes explotaciones mineras en toda la comarca, sobresaliendo por su importancia la MSP.
Como no podía ser de otra manera, el desarrollo de la actividad de la MSP, y, por ende, la de Marcelo Jorissen, sufren un estancamiento en 1936, como consecuencia de la guerra civil. También en este capítulo, el autor, relata toda una serie de acontecimientos acaecidos y relacionados con la MSP, durante y después de la contienda; y, naturalmente, son muchas las personas pertenecientes, de uno u otro modo, a la Empresa, que sufrieron en sus carnes los devastadores efectos de la guerra, y de cuyos horrores el autor hace un exhaustivo relato. Evidentemente, entre las muchas familias afectadas por los horrores de la guerra civil se encuentra –Cómo no- la de Marcelo Jorissen.
Sin duda alguna, serán muchos los lectores que, entre todas esas familias reconocerán a alguna, incluso, puede que a la suya propia. En mi caso, quiero resaltar una familia de la que el autor, incluso aporta una fotografía, y que para mí tiene una motivación especial por haber mantenido una estrecha relación de amistad entre esa familia y la mía; se trata de la familia de Dionisio González, minero de profesión y padre de nueve hijos; quien como tantos otros, sin más motivo que el de vivir en un sitio u otro en el momento del alzamiento, se encontró inmerso en un conflicto que ni siquiera comprendía, y sólo por eso, tuvo que sufrir en sus carnes el aguijón de la sinrazón, acabando la contienda encerrado en el campo de concentración de Orallo.
A la familia de Dionisio González, le decían “los del cocino”, porque al terminar la guerra, como el autor de forma rigurosa describe, se trasladaron desde su Bierzo natal al barrio de la Ermita de Villager, –sin duda para estar cerca del cabeza de familia- y no encontrando otro sitio mejor, tuvieron que amoldarse a vivir en lo que, antes de la guerra, había sido una cocina para curar el samartino. En un espacio de apenas 20 m2 vivían la señora Pristila –yo siempre la llamaba señora Pristila, porque había oído a mi madre llamarla de ese modo, aunque su verdadero nombre fuera Priscila-, con cinco hijos varones: Ángel, Mariano, Lucio, Manolo y José, y sus dos hijas: Mercedes y Adoración. Esta última, la más pequeña, era de mi edad, motivo por el que congeniábamos muy bien. Dionisio, como el autor relata, al terminar la guerra seguía prisionero en Orallo, siendo liberado meses más tarde, al comprobarse que no pesaba sobre él delito alguno de sangre. Murió poco tiempo después de haber sido liberado. Aunque murió siendo yo adolescente, y aún cuando hayan transcurrido tantos años desde entonces, lo recuerdo perfectamente. Era un buen hombre, afable, silencioso y tranquilo. Si en aquella casa faltaba un pedazo de pan, que con frecuencia faltaba, ese pedazo de pan siempre era el suyo. Recuerdo que cuando me hablaba me sonreía con una sonrisa triste –al menos a mí así me lo parecía-. Su rostro reflejaba los sufrimientos de las penalidades soportadas. Murió poco tiempo después de quedar en libertad.
Recuerdo con un cariño, casi maternal, a la señora Pristila (Priscila), cuando pasado algún tiempo, después de la muerte de su esposo, fueron a vivir a una vivienda de la casa que Cerezal construyó, por aquellos días, en el barrio de La Cruz. Yo estaba casi tanto tiempo en su casa como en la mía. La recuerdo, con frecuencia, sentada en el portal remendando la ropa de la mina de alguno de sus cinco hijos, pues para entonces, todos ellos trabajaban ya en la mina. La recuerdo con su pelo blanco, su rostro rebosando bondad, su siempre buen humor y su franca sonrisa, a pesar de todo lo sufrido. A veces, cuando escucho el tango de Gardel “Silencio”, siempre me viene esa familia a la memoria. El tango de Gardel, en una de sus estrofas dice: “Eran cinco hermanos / ella era una santa / eran cinco besos que cada mañana rozaban muy tierno las hebras de plata de esa viejecita de canas muy blancas / eran cinco hijos que al taller marchaban”.
Ellos también eran cinco y también cada mañana salían de casa para ir al taller, aunque fuera al taller de la mina, que también así se llama; a esa mina que el autor de “Las gafas del Belga” con tanto detalle nos describe y que, a algunos, tantos recuerdos nos trae.
Piorno
Soy nieto de un lacianiego de Caboalles y aunque yo naci en Francia y resido en Málaga. me interesa todo lo relacionado con la tierra de mis abuelos ¿Puede alguien decirme en que libreria puedo encontrar este libro? Me gustaria mucho poder leerlo.
Me figuro que puedes encontrarlo en las librerías que hay en Villablino. Es donde están todos los libros que se editan relacionados con los temas de Laciana. Si tu no puedes ir por el pueblo con frecuencia, seguramente tendrás algún pariente o amigo a quien le puedas encargar que lo busque por estos sitios .Lo único es que suelen ser tiradas cortas y es posible que ya se haya agotado, pero por intentarlo nada se pierde.
Un saludo, Guaja.
Para todos los padres mi cariñosa felicitación. Para todos los que están aquí y tienen la suerte de poder celebrarlo con sus hijos, para que disfruten de su compañía y su cariño. Y para los que ya están del otro lado, pero que siempre están con nosotros en nuestro corazón y nuestro recuerdo, ellos saben que su cariño, esfuerzo, trabajo y dedicación son los valores que nos han dejado a través de los años compartidos. Ellos nos inculcaron lo importante de la vida, esos valores que a través suyo nosotros inculcamos a nuestros hijos. Ojalá que esa cadena no se rompa nunca, para que siempre sepan reconocer que lo más importante de nuestro legado es el que puedan decir de nosotros, ¡es una buena persona!.
¡Feliz día del padre!
Con cariño, Guaja
Querida Guaja, muchas gracias por lo que me toca y, gracias también, por tus comentarios que, como siempre, están cargados de humanidad y sensibilidad, aparte de una exquisita elegancia gramatical.
Para algunos, como es mi caso, debería ser proclamado, más que el día del padre -que también- el día del abuelo.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo Piorno, en lo que dices sobre los nietos. Hay quien dice que son dos veces hijos. No sé si es así realmente, yo creo que cada cual tiene su lugar, lo que sé es que en estos momentos la figura de los abuelos es algo tan importante como necesaria para la familia. Lo mismo que tú, mi marido y yo sabemos un poco de eso. Hace un tiempo, personas de nuestro entorno, con nietos ya mayores, nos criticaban en cierta manera diciéndonos que estábamos demasiado implicados con los nietos, que ellos nunca habían dejado de hacer sus planes por tener que echar una mano. Pues peor para ellos, porque la complicidad, el cariño y la confianza que nosotros tenemos con los nuestros, ellos nunca la han tenido y ahora se están dando cuenta de lo que se han perdido, porque su relación es fría y distante. Es una pena, pero es así.
En cuanto a lo que dices del día del abuelo, ya hay establecido uno, es el día 26 de Julio por ser el día de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y por tanto, abuelos de Jesús. Aunque no sé por qué, si es por ser un día laborable, o por estar en pleno verano, casi pasa desapercibido. Nuestros nietos pequeños si lo suelen tener en cuenta y nos felicitan, y nos hacen unos dibujitos entrañables y la mar de divertidos. Ahora que van creciendo ya van pasando de los dibujitos…
Pero yo pienso como tú, que es más bonito celebrarlo el mismo día del padre, ya que en ese día es cuando normalmente nos reunimos todos, padres, hijos y nietos.
Espero que vosotros lo hayáis celebrado y disfrutado del día.
Un abrazo, Guaja
Amiga Guaja,
No sabía que existía el día del abuelo. Siento pena por esos conocidos vuestros, esos que te dijeron que ellos nunca dejaron de realizar sus planes por echar una mano a sus nietos; si, me dan pena, porque no saben el cariño que se han perdido; pena porque no pueden imaginar lo que un abuelo siente cuando un niño dice a sus padres que quiere ir a casa de los abuelos y ver su encantadora sonrisa cuando abres la puerta de casa y entran ellos; pena porque quzá no hayan experimentado lo que uno siente cuando unos bracitos rodean tu cuello y te dicen: abuelo te quiero mucho. Pero, aun cuando así no fuere, no sé como pueden ser capaces de ir de viaje, o realizar cualquier otro plan, sabiendo que dejan a sus nietos en un momento en que deberían echarles una mano; en fin, cada cual es como Dios le ha hecho. Como tú decías en otro de tus apreciados mensajes, lo mejor que puede sucederte es la tranquilidad de saber que has hecho por tus hijos y por tus nietos todo cuanto te ha sido posible, además de que, cuando llegue el final, te consideren una buena persona.
Un abrazo
Piorno
Hola, Nieto de lacianiego,
Según me comunica Víctor del Reguero, autor del libro y, a su vez, gerente de la editorial Piélago del Moro, que es quien lo publicó, la edición está prácticamente agotada. Si queda algún ejemplar, es en la librería http://www.libreriapastor.com de León. Al parecer, en esta librería, hace un par de semanas, quedaban 5 ejemplares, lo que no significa que, a estas alturas, no estén ya agotados, pero entrando en link que te comento, podrás verlo.
Lo que ignoro es si saldrá una nueva edición.
Saludos
Piorno