La noticia corrió por los medios de comunicación y las redes sociales cual reguero de pólvora. Un estudiante, un chiquillo de 14 años llamado Kluiberth Fernei Roa Nunes, en la ciudad de San Cristóbal, en el estado venezolano de Táchira, había sido abatido por disparos de la policía. Cuando leí las primeras noticias al respecto, aún conociendo la catadura moral del dictador Maduro, supuse, o quizá quise suponer, que habría sido un accidente sin intención; una de esas balas perdidas que algún policía insensato dispara sin saber a dónde ni por qué ¿Quién va a ser capaz de disparar a un niño? –me pregunté-.
Las versiones que siguieron en las horas siguientes –como suele ser habitual en casos similares- eran contradictorias y muy variadas, dependiendo del medio que las publicaba. Hasta ahí, quizá con excesiva frialdad, me dije que no pasaría de ser una víctima más del egoísmo por el poder de un perturbado llamado Maduro, a quien su predecesor y mentor se le aparece en forma de pájaro para decirle como ha de gobernar el País; bueno, del egoísmo de un perturbado, además de egocéntrico y analfabeto cuyo currículum intelectual alcanzó –no sin dificultad- el grado de taxista y camionero. Pero no sólo de su egoísmo, sino también de la ignorancia y estupidez de sus legiones de palmeros, los cuales aplauden desenfrenadamente sus chabacanas y teatrales alocuciones; incluso del aplauso de sus correligionarios allende sus fronteras, como es el caso de Podemos en España.
Sin embargo, el testimonio presencial de un hombre, un practicante que, junto con su mujer, venía de recoger a su hijo de 6 años en el colegio Cervantes –en las inmediaciones- y que prestó los primero auxilios al muchacho asesinado, produjo en mí un cambio radical en mi percepción de los hechos. A pesar de no conocer al chiquillo, a pesar de haberse producido el crimen –porque fue un crimen- a miles de kilómetros de distancia, cuando leí en una red social una parte de la versión de ese practicante, quizá porque yo tengo un nieto de una edad parecida, no pude dejar de ponerme en la piel de sus padres, y en ese momento sentí como algo dentro de mí se desgarraba. El choque emocional producido en mí por unas pocas líneas, escritas sin demasiados detalles, en una red social, fue de tal efecto y me produjo tal dolor, que en un principio llegué a pensar que el estent que me fue implantado hace unos años en la arteria circunfleja –la que circunda el corazón-, después de un infarto, se había desplazo de su sitio; pero no, el dolor no era físico, el dolor sentido en mi interior era más fuerte que el que había sentido cundo sufrí el infarto; era algo más profundo, era dolor en el alma; era el dolor de la impotencia, de la rabia. De inmediato me puse al habla con ciertos contactos que yo tengo en la Ciudad de San Cristóbal. El propósito no era fácil. Tener que localizar al testigo presencial, únicamente con unas fotos y un vídeo por toda información, no iba a ser tarea sencilla; además, una vez localizado, ¿estaría de acuerdo en hablar con nosotros? Tuve que esperar un par de días, pero finalmente mis contactos lo consiguieron y, no sólo eso, también consiguieron que se aviniera a hablar conmigo a través del Skype. Cuando le dijeron que sus declaraciones se publicarían en España, lejos de poner inconvenientes, les dio las gracias y como única condición, pidió respetar su anonimato; cosa muy compresible, visto como se las gasta el gobierno venezolano.
Cuando estuvimos frente a frente en el Skipe, durante unos segundos, me miró fijamente. Tuve la sensación que trataba de adivinar qué clase de persona era la que estaba frente a él. Pasados esos instantes, con voz serena y con ese acento tan especial con que hablan los venezolanos, empezó diciendo: Fue algo terrible. Hizo una pequeña pausa, su mirada parecía perdida en el espacio. Tras unos segundos, continuó: Mi señora y yo habíamos recogido a nuestro hijo en el colegio Cervantes, que se encuentra cerca del lugar donde mataron al pobre niño. Sucedió en la calle 15, entre los números 12 y 13, fue allí donde la policía acorraló a media docena de estudiantes que habían salido del liceo Agustín Codazi, en el municipio de Cárdenas, donde estudiaban. Unos cuantos metros más abajo un grupo de manifestantes corrían fustigados por la policía que les estaba lanzando botes de humo. Al menos eso es lo que yo veía desde la posición en que me encontraba. Los chiquillos, como yo y como otras muchas personas, al llegar a la esquina de la calle y ver la manifestación se quedaron parados y mirando, pero no hicieron nada que pudiera ser interpretado como intención de manifestarse. De pronto uno de los policías, pistola en mano, dirigiéndose a Kluiberth le gritó algo que, a causa de la algarabía, no pude comprender. Este chico, aunque con rostro de niño, era muy espigado y bien parecido. Era fácil su identificación, pues era el más alto del grupo, tanto que su cabeza sobresalía sobre todos los demás. El policía que le había gritado, situado a no más de un metro de distancia, súbitamente, le apuntó con el arma. Quizá debido a ese acto, en la calle, de pronto, se produjo un silencio sepulcral. Algunos de los allí presentes, quizá temiendo el terrible desenlace, con ánimo intimidar a los policías, nos acercamos rodeándoles. En ese momento, yo pude ver como el muchacho se tapaba la cara con las manos, mientras con voz angustiada gritaba: “No me mate, por Dios, no me mate”. Sonó un disparo y el muchacho cayó al suelo como fulminado por un rayo, golpeando su cara fuertemente contra el suelo. El policía, aún después de caer el muchacho, le dio una patada. Como la gente rodeaba a los policías increpándoles y llamándoles asesinos, estos empezaron a tirar botes de humo creando un ambiente irrespirable. Yo corrí hacia el chiquillo y con el pañuelo y con una camisa que alguien me tendió, intenté taponar un terrible boquete que tenía en la cabeza y por el que brotaba sangre a borbotones, pero era imposible contener la hemorragia. Además, había perdido parte de masa encefálica. Yo, por mi profesión, estoy acostumbrado a ver toda clase de heridos, pero aquello era superior a mis fuerzas. A causa del humo estuve a punto de desfallecer. Tuve que correr hacia la esquina a respirar aire puro. Volví, y como aún se apreciaban en él síntomas de vida, grite que alguien llamara a una ambulancia, ya que sabía que allí cerca estaba el parque de ambulancias privadas. A los pocos minutos llegó una ambulancia, pero creo que cuando lo recogieron ya estaba muerto.
Hizo una pausa para sacar un pañuelo y enjuagar unas lágrimas. Aquello me afectó enormemente –continuó tras unos segundos- y, por si ello de por sí fuera poco, mi hijo, que había presenciado la escena, en casa no cesaba de preguntarme: Papa ¿Por qué el policía disparó al niño? ¿Papá por qué lo mató? No encontrando respuesta, tuve que decirle que quizá no hubiera muerto y pudiera curarse. Estoy seguro que aquellas imágenes permanecerán de por vida en el cerebro de mi hijo, en el de mi mujer, que lloraba como una Magdalena, y en el mío.
Y yo me pregunto ¿Cuántos niños más tienen que ser asesinados para que aquellos que apoyan a ese gobierno asesino y corrupto se quiten la venda de los ojos y le vuelvan la espalda? Un gobierno que ha llevado a su País a la más triste de las ruinas, que la mayoría de sus gentes no tienen para comer, pero que en cambio financia a partidos políticos extranjeros –el caso de Podemos en España- con la intención de extender su régimen de terror a tros países, no tiene derecho a subsistir. Espero que los españoles de buena voluntad, aquellos que asqueados con la corrupción de nuestros principales partidos políticos, y que, precisamente, por ese asqueo están apoyando a Podemos, sean conscientes de lo que tendríamos que soportar si estos asesores del régimen bolivariano llegaran a gobernar. En este país ya sabemos lo que es soportar 50 años de una dictadura. Los que tenemos cierta edad ya sabemos lo que son las cartillas del racionamiento; ya sabemos lo que es el hambre y el miedo. No necesitamos estos salvadores de la patria que lo único que pretenden, con sus revolucionarias ideas de corte marxista-leninista, es crear en nuestro País un régimen bolivariano al estilo del de Maduro.
Hoy hemos visto en la TV la gran manifestación en Caracas, organizada por el gobierno, naturalmente, para, con el pretexto de un inverosímil golpe de estado, acallar los gritos de dolor del pueblo, por el asesinato de un chiquillo inocente. Como el padre de Kluibert –después del asesinato- dijo a Maduro: “Señor presidente, deje de decir estupideces”. Yo añadiría, Señor Maduro, vuelva usted a su profesión de chófer, que es a la que pertenece, y deje que Venezuela viva en libertad.
Amigo Piorno. No tengo palabras para tratar de comprender semejante aberración. Porque eso es lo que es, una terrible aberración. ¿Cómo es posible que nadie, ni el más duro de los asesinos, tenga valor para disparar a una criatura indefensa que te pide por favor que no le dispares?. Esta noticia ya la habíamos comentado en casa, y como bien dices, los que tenemos nietos en esas edades nos parece imposible que cosas así sucedan. Es terrible lo que están viviendo en Venezuela, cómo hay políticos que puedan llevar su fanatismo y su corrupción hasta límites insospechados solo para satisfacer su afán de poder. Ojalá que en algún momento alguien encuentre la solución para que los venezolanos puedan volver a vivir en paz, por muy difícil que ahora nos parezca. Para ellos todo mi apoyo.
Gracias Piorno por haber escrito sobre este terrible hecho. Solo pido que los responsables de esta noticia, no encuentren paz en sus conciencias, si es que la tienen, y no puedan volver a dormir en paz el resto de sus días.
Guaja
Amigo Piorno, estoy completamente de acuerdo contigo en todo lo que escribes, sobre el asesinato de este niño, al mismo tiempo estoy asombrado – no por lo que escribes – si no por los que tratan de hacernos comulgar con ruedas de molino, me explico, estos días leí algo publicado por un tal Pablo pascual Fernandez en el diario Publico.es, el que nos viene a decir que padecemos «Disociación Psicótica», o sea que estamos manipulados por los medios de comunicación, en relación con lo que pasa en ese país.
Ya que por lo visto no nos importa los muertos de Mexico, Colombia, Chile, etc.. ya que los medios no los mencionan.
¿Será verdad que todos somos Psicoticos disociados?
Amigo Ferraxe, yo podría decirle a ese señor de Público, que es lo que, a mi entender, él padece, pero no vale la pena. Sin referirme a nadie en concreto, digo sencillamente, que quien justifica -de un modo u otro- el asesinato de un chiquillo inocente, que todo su delito es el que haya coincidido la hora de salida de clase con una manifestación, no padece disociación psicótica; sencillamente, es un psicópata profundo.
Amiga Guaja, hay cosas que no tienen explicación, por muchas vueltas que le demos. Hablas de las conciencias de los asesinos y dices que ojalá esa conciencia no les deje vivir en paz. Pemíteme decirte que, en mi opinión, duermen a pierna suelta, porque no son personas en sus cabales, son psicópatas en grado profundo; ni sienten ni padecen. Si no fuera así, creo yo, no serían capaces de apretar el gatillo. Aunque no les eximo de cupa, yo culpo más a quienes, de una u otra forma, les dirigen y también a quienes tratan de justificar esas acciones que, aunque te cueste creerlo, haber háylos, y si lo dudas date, de vez en cuando, un paseo por las páginas del periódico digital Público.
Después del asesinato de este chiquillo, vuelvo a tu blog con una preocupación enorme, al enterarme que según el tal Roy Chaderton, como no comulgo con las ideas chavistas, si por casualidad impactase una bala en mi cabeza,no me pasaría nada pues al estar hueca solo tendría los agujeros de entrada y salida por lo que no dañaría nada importante. Esto por desgracia ya no se lo podemos preguntar a Kluiberth, por que ya no está. Si hubiese registrado el sonido del impacto de bala en su cabeza habría que ponérselo cada cinco minutos a este iluminado para comprobar si su cabeza escuálida se resentía con tal sonido
Amigo Ferraxe,
Si esas palabras las dijera uno de esos lametraserillos que pululan alrededor de Maduro, diría que es una aberración de la naturaleza y que como tal hay que tratarla, pero que las pronuncie un embajador del gobierno venezolano, dan una idea de la clase que gobierna ese País.
¡Pobre Venezuela! Gobernada por un loco, además de analfabeto intelectual; porquqe, se puede ser analfabeto aunque se sepa leer y escribir que, de hecho, suelen ser los más peligrosos. Leer y escribir se supone que si sabe, pues para obtener el carnet de conductor de autobuses -todo un curriculum para alcanzar la presidencia de un goierno- se lo habrán exigido, digo yo.
Como reza el dicho: «Quien a hierro mata, a hierro muere». Sólo es cuestión de esperar.
Mas exacto tu relato imposible ….me separan apenas 300 kilómetros de la ciudad de san Cristobal, allí donde ocurrieron los hechos que parecen sacados de una película de terror, pero es que eso es lo que se vive en Venezuela, un odio desmedido y una impunidad que cobija a los transgresores de la ley, que ahora luce totalmente ciega y sesgada hacia el régimen.
Esta lucha sera larga….pero no hay peor batalla que la que no se da……somos muchos los que queremos un País Libre….que lo pedimos a gritos pero que también nos movilizamos contra la apatía y el miedo que hoy cunde a los venezolanos, Un Abrazo amigo Piorno y no nos pierdan de vista…..porque espero leer en tu Blog el relato de como Venezuela salio del abismo y se convirtió en un país prospero como cuando mi padre llego a el!!!!!
Amiga Margarita. ¡Ánimo! Y que tú y los que son como tú no cejéis en vuestra desigual, pero valiente y justa lucha. Tengo la esperanza, y nada me gustaría más, que poder publicar en este blog el final de la dictadura venezolana.
Un abrazo
Recién entro en este espacio después de mucho tiempo y me encuentro con este relato horroroso que pasó en Venezuela, es terrible. Gobernantes sicópatas!!! Que angustia tan grande… también tengo nietos y solo pensar en semejante echo aberrante con una criatura me duele el corazón, como dice Piorno en su relato. Creo que en varios países estamos gobernados por locos que está pasando en este mundo?????? Hoy si que siento un dolor en lo mas profundo de mi alma.
Bienvenida a este sencillo y humilde blog, amiga Maria Teresa.
Ciertamente, y como bien dices, estamos en un mundo de locos donde ciertos gobernantes,
desalmados y sin conciencia -a la vista están los hechos-, sólo por amor al poder, no vacilan
en asesinar, incluso a niños. No tengo palabras para calificarlos debidamente. Sólo espero que algun día purguen sus crímenes, porque como reza el dicho: Quien a hierro mata, a hierro muere.
Un abrazo