MENSAJE NAVIDEÑO

Las hojas del calendario, como las de los árboles en otoño, en su inexorable caminar, van cayendo y, como cada año, su caída nos pone sobre aviso que La Navidad se acerca. Como cada año, la llegada de la Navidad trae a nuestros corazones esa mezcla de sentimientos que, a pesar de vivirlos año tras año, tan difícil nos resulta expresar. A nuestra mente llegan fotogramas de tiempos felices al lado de los nuestros, pero otros fotogramas cargados de dolor, inexorablemente, nos recuerdan a los seres queridos que se han quedado por el camino. Son sentimientos de alegría y tristeza, al unísono; sin embargo, aunque con fecha de caducidad, son sentimientos que ensalzan la bondad y la comprensión en el ser humano. Estos sentimientos son más y más profundos cuando somos conscientes que nuestra estación término empieza a vislumbrarse en el horizonte.

En una de mis -a causa de mi enfermedad- múltiples desveladas noches, quizá por ese efecto de aproximación a La Navidad, estuve recordando un relato que, por más que lo intenté, no conseguí recordar como había llegado a mi mente. Ignoro si lo leí en algún libro de cuentos; no sé si alguien, en alguna tarde de calecho invernal, al amor de una hoguera en una cocina de curar el samartino, me lo contó o, sencillamente, si todo fue producto de un sueño. No lo sé. Por más que lo intento, sigo sin recordarlo. Lo que si recuerdo es el relato y, como creo que es apropiado al momento, me permito reproducirlo.

Antes de iniciar el relato quiero hacer un pequeño paréntesis para aquellos que no estén familiarizados con ciertos pasajes de la liturgia eclesiástica. A los eruditos les pido me disculpen: (La Corona de Adviento es una tradición católica que data de hace dos mil años y que simboliza el transcurso de las cuatro semanas de Adviento. Consiste en una corona hecha con ramas de pino o abeto, con cuatro velas. El primer domingo de Adviento se enciende la primera. El domingo que precede a la Navidad se enciende la última).

«En la calle, los copos de nieve, como pequeñas mariposas que revolotearan buscando su flor preferida, se balanceaban hasta posarse suavemente en el suelo. En el interior de la estancia la tranquilidad era tal que, hasta el murmullo de las velas de la Corona de Adviento, hablando entre ellas, era perceptible. La primera de las velas, tras un largo suspiro, decía:

“Mi nombre es PAZ. Mi luz brilla, pero las gentes no mantienen la paz. No me quieren. Prefieren destruirse los unos a los otros”. Su llama se fue empequeñeciendo hasta que, finalmente, se apagó por completo.

La segunda vela parpadeó y dijo: “Mi nombre es FE, pero mi misión es superflua. Las gentes, de un tiempo a esta parte, no quieren saber nada de Dios. Ya no tiene sentido que siga quemándome”. En ese instante una suave brisa sopló a través de una rendija en la ventana y la segunda vela también se apagó.

Con voz suave y cargada de tristeza dijo la tercera vela: “Mi nombre es AMOR. Carezco de energía para seguir quemándome. Las gentes me han hecho un gran vacío en sus corazones. Sólo se ven a sí mismos y no ven a quienes se supone que deben amar”. Un leve restallido se produjo al apagarse la tercera vela.

En aquel momento un niño entró en la estancia y al contemplar las tres velas apagadas, con lágrimas en los ojos dijo: “Pero ¡qué es lo que os pasa! Deberíais estar luciendo y no estar apagadas”.

Entonces habló la cuarta vela diciendo: “¡No temas, pequeño! Mientras yo esté ardiendo, aprovechando mi fuego, siempre podremos encender las otras velas. Mi nombre es ESPERANZA”.

Cogió el niño una ramita de la corona, la encendió con el fuego de la cuarta vela y, una por una, fue encendiendo las demás».

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO 2023

Piorno-Kirschenfeld.

4 thoughts on “MENSAJE NAVIDEÑO

  1. Uno con muchos años a sus espaldas, y muchas páginas leídas, aún tiene la facultad del asombro. Tu mensaje navideño amigo Piorno, es tan bello y magistralmente escrito, tan oportuno y necesario, que bien merecería ser leído en las aulas de nuestros jóvenes.
    Centras tu relato en cuatro palabras clave, PAZ, FE, AMOR, ESPERANZA, demostrando con tus palabras en las tres primeras, su oscuro y real declive.
    Finalmente dejas para el final ESPARANZA, por aquello de que –es lo último que se pierde-, y así es amigo mío, démosle las gracias a ese niño, que en su inocencia encendió e ilumino las tres velas apagadas.
    Te felicito y agradezco este maravilloso relato Navideño, y deseo de todo corazón un mejoramiento en tus dolencias.
    Un fuerte abrazo

    nano

  2. Mi buen amigo Nano. Como siempre, difícil me resulta encontrar las justas palabras de agradecimiento a tan espléndido comentario. Dices bien, ya son muchos años a la espalda, y con más peso del deseado. A pesar de ello -al menos en mi caso- debo dar gracias a Dios, todos los días, por poder soportarlo y por tener la capacidad mental de poder recordar lo acontecido durante tantos años. Como dijo el poeta: «Recordar es volver a vivir» o, si se prefiere, recordar es una forma de vida.
    Un abrazo y los mejores deseos de paz y salud para ti y para tu familia.
    Piorno-Kirschenfeld

  3. Estupendo relato navideño. Crudo pero real. Ignoro quién es Nano35, pero hago mías sus palabras la 100%-

  4. Los Copines, gracias por dejar un comentario en mi blog.
    Yo -perdona que te tutee- puedo decirte, en pocas palabras, quién es Nano35: Es, sobre todo, un hombre de los que se visten por los pies; es todo un caballero, mitad filósofo, mitad poeta; y, por encima de todo ello, una buena persona. Para rubricarlo te diré que, por lo que a mi concierne, me siento muy honrado de poder contarme entre sus amigos.

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