Se acerca La Navidad. Un año más, a pesar de la artrosis, algunas personas, entre las que me encuentro, caminamos a paso ligero hacia nuestra última etapa. Tal vez por eso, aunque inconscientemente, nos vemos invadidos, profundamente, por la nostalgia y los recuerdos de la infancia. Quizá sea el deseo de volver a caminar por la senda que solamente en el recuerdo podremos recorrer.
Como los lectores de este blog conocen, desde hace ya varios años, llegadas estas fechas, solía traer a estas líneas algún cuento navideño con final feliz. Solía titularlo Cuento de Navidad, Milagro Navideño o algo similar. Este año, tal vez consternado por los acontecimientos que vive buena parte de la humanidad, mi espíritu navideño, en clara confrontación con la cruda realidad, me lleva por otros derroteros.
Lo titulo así, porque para vergüenza de muchos, los sentimientos de bondad que nos trae La Navidad duran justo el tiempo que tardamos en arrancar unas pocas hojas al almanaque. Lamentablemente, el calendario, al mostrarnos los dígitos del nuevo año, de forma inmisericorde, se encarga de devolvernos a la cruda realidad haciendo que nos encerremos en el caparazón que nos protege del desagradable sonido que producen los lamentos de millones de seres humanos -niños en particular- que, por unas u otras circunstancias, vagan perdidos en la más triste de las miserias y sin el menor atisbo de esperanza. Circunstancias atribuibles, en la mayoría de los casos, a ciertos dirigentes políticos que, además de realizar una gestión nefasta, poseen una desmedida vocación de enriquecimiento personal, importándoles un comino el sufrimiento de millones de personas.
Son dirigentes políticos que, como auténticas marionetas -muy bien pagadas, por cierto-, bailan al ritmo que tocan una docena de todopoderosos: los Bill Gates, las familias Rockefeller y las Walton, George Soros, Larry Ellison y Jeff Bezos (dueño de Amazón), entre otros; quienes desde sus inexpugnables atalayas rigen los destinos del mundo. Estos todopoderosos extienden sus tentáculos por todo el mundo occidental -en los países del este y en los orientales, con métodos aún peores, sucede tres cuartos de lo mismo- y, con su enorme poder, encumbran o defenestran gobiernos a su antojo. Tratan de establecer un nuevo orden mundial a imagen y semejanza de sus propios intereses, Para conseguir sus objetivos, además de políticos, compran jueces, medios de comunicación, fuerzas del orden y cuanto estimen necesario. Sus principales objetivos son la riqueza y el poder, Todo lo demás carece de importancia.
Sé muy bien que, especialmente en estas fechas, es más agradable leer un cuento navideño con final feliz, que adentrarse en las penurias por las que están pasando, injusta e innecesariamente, millones de personas. No es mi intención amargar La Navidad a nadie, y, si con estas líneas lo hago, pido humildemente perdón. Soy consciente de que nada va a cambiar en el mundo porque yo lo comente. Sé que algunos de los casos que me dispongo a relatar, para gran parte de la población no son novedad, pero quizá por cobardía, por comodidad o por no complicarnos la vida, tendemos a mirar hacia otro lado, pensando que eso no nos incumbe; que esas desgracias no nos alcanzarán a nosotros. Es algo parecido a la fábula del lobo y el pastor. Soy consciente que mi altavoz no llega más allá de estas líneas; que quizá sea sólo un intento de revelarme contra la impotencia que me producen tantas injusticias que, movidas por espurios intereses, se cometen en gran parte del mundo. No lo sé, puede que sólo sea un baldío intento por pretender lavar mi conciencia, porque también yo, como tantos otros, ante la impotencia, mi única reacción es taponar los oídos y mirar hacia otro lado.
Es terriblemente injusto que un grupo de multimillonarios, desde la cima de la opulencia, muevan a su antojo los hilos del mundo y que, en sus insaciables ansias de poder, no vacilen en llegar hasta extremos inconfesables. Todo es válido siempre que el resultado final sirva a sus propósitos, aunque para conseguirlo tengan que cabalgar a lomos del dolor y la desesperación de millones de seres humanos.
En la otrora próspera Venezuela, concretamente en Caracas, se produjo uno de los casos que, quizá por el impacto que en mi causaron, traigo nuevamente a estas líneas. Los datos -en este caso- no son extraídos de ningún medio de comunicación, sino obtenidos por relación directa: En el barrio Lomas de Urdaneta, perteneciente al municipio Sucre de Carcas, en uno de los colegios de primaria -omito el nombre del colegio-, ejercía de maestra una chica asturiana. Digo ejercía, porque poco tiempo después del suceso que voy a relatar, a causa de la depresión que el hecho le produjo, tuvo que abandonar la docencia. Conocía personalmente a esta maestra por ser hermana del que, durante años, fue mi delegado comercial en Venezuela, y con quien, por motivos de trabajo, estaba en continuo contacto. En ese colegio, en los primeros tiempos de la época de Maduro en la presidencia del gobierno, una mañana, una niña de seis años estaba sentada en su pupitre con la cabeza apoyada sobre la mesa. En un principio, la maestra, creyendo que se había quedado dormida, no quiso despertarla. Transcurrido cierto tiempo, cuando consideró necesario despertarla, se encontró con que la pequeña no estaba dormida. Había sucedido algo que a ella no se le había pasado por la imaginación: la niña había fallecido de inanición.
Es difícil imaginar el sufrimiento de la madre de esa niña no pudiendo alimentar a su hija. Su marido, el padre de la pequeña, fue uno de tantos desaparecidos en Carcas a manos de los paramilitares de Maduro. Si no recuerdo mal, este caso ya lo había mencionado, de pasada, en uno de mis relatos en el blog, pero sin poderlo evitar, continuamente lo asociaba a otro suceso que, como algunos lectores del blog recordarán, viví personalmente. Aunque no fue exactamente igual, sí que guardaba alguna relación. Me refiero al día en el que, en una de las colas del hambre de Madrid, me encontré con una madre y su hijita, de nombre Sofía, quien incesantemente, entre sollozos, repetía que tenía hambre, y que, por todo consuelo, su madre no podía hacer otra cosa que estrecharla contra sí, mientras pacientemente esperaba el turno para recibir algún alimento. Cuando escuché decir a aquella niña que tenía hambre, de inmediato vino a mi mente el recuerdo de la niña venezolana. Es difícil imaginar tanto dolor y tanta injusticia.
Recuerdo los tiempos en los que Venezuela era un paraíso económico a donde miles de españoles emigraron buscando un futuro mejor. Estaba en el segundo lugar del ranking mundial de productoras de petróleo; fue una de las naciones fundadoras de la OPEP. Recuerdo cuando el tráfico marítimo en los puertos de La Guaira, Puerto Cabello y El Guamache (Isla Margarita) eran, con diferencia, los más importantes del Caribe y de todo el continente suramericano. Con frecuencia me pregunto cómo puede llegar a presidente de una nación un hombre cuyo curriculum se plasma en una sola línea: “Conductor de autobús”. Y si ya ello, de por sí, con semejante curriculum resulta extraño, más extraño resulta aún el hecho de que pueda mantenerse en el cargo, a pesar de arrastrar a toda una nación a la miseria más desoladora. Sólo encuentro una explicación: porque a los que mueven los hilos de las marionetas les interesa.
En las pasadas semanas hemos visto en televisión cómo en Afganistán una niña de 9 años era vendida por sus padres a un hombre que superaba los 50 años, para casarse con ella. La vendieron para que, al menos de momento, sus otros hijos no murieran de hambre. Me escandaliza pensar que, cuando el importe de esa venta se termine, se verán obligados a vender a otro de sus hijos. La pobre niña, a la que pintaron los labios, quizá en un estúpido intento por hacerla aparentar de más edad, con gran pena, decía que la habían vendido porque en su casa no había harina ni arroz ni nada para comer. Una niña a la que la miseria producida por 20 años de guerra, sin culpa alguna, la vendían como si de un objeto se tratara, arrebatándole su niñez, su adolescencia y, en definitiva, su vida; aunque por su corta edad, de momento, ella no fuera consciente de ello, Yo me pregunto ¿para qué sirvieron 20 años de guerra contra los talibanes si, a la postre, dejaron el País en sus manos? Sólo se me ocurre una respuesta: para destruir arsenal y de esta forma, aunque haya sido a costa de miles de vidas humanas, seguir fabricando y vendiendo más y más armas, y atesorando más y más poder.
La dramática situación de los niños en un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos hace hervir la sangre del más frío. Desde diciembre de 2019 cerca de 7000 niños se encontraban en Lesbos viviendo encerrados en algo muy parecido a un campo de concentración, en condiciones infrahumanas; peor que si de prisioneros de guerra se tratara. No sé cuántos habrán muerto desde entonces, aunque según relatos de La psicóloga Angela Modarelli, que visitó el campo, han debido ser muchos. Decía Modarelli: “Nunca hubiera pensado que la desesperación llegara hasta el extremo de oír decir a niños de 7 y 8 años: <Me quiero morir>. Niños que, traumatizados por el horror de la guerra, por el hambre y por las condiciones infrahumanas en las que viven, se autolesionan o quieren suicidarse”.
Llega la Navidad, sí, pero no para ellos. Para los miles de hombres, mujeres y niños de todas las edades que, como si de fieras salvajes se tratara, se encuentran cercados por alambradas de espino en la frontera de Bielorrusia con Polonia, la Navidad representa únicamente más frio y más muertes por congelación. Su gran delito fue querer huir de la guerra, de la brutalidad de los talibanes, del hambre y de la desesperación. No, para ellos no hay Navidad. Puede que alguno se pregunte qué delito ha cometido para ser condenado a ese martirio. Y, mientras tanto, los poderosos que rigen los destinos del mundo, pendientes de sus cuentas corrientes. Y los gobiernos del mundo mirando hacia otro lado y bailando al son de la música que tocan los todopoderosos.
La socialista Helena Dalli, comisaria para la igualdad en el parlamento europeo, ha propuesto, recientemente, que se retire la palara Navidad y, por ende, la festividad. Que sepa ésta bien pagada marioneta y quienes manejan sus hilos, que podrán quitarnos muchas cosas; incluso podrán quitárnoslo todo, pero lo que no podrán jamás quitarnos es La Navidad y el sentimiento que su llegada infunde en nuestros corazones. A veces me pregunto, ¿hasta cuándo, el niño cuya efemérides celebramos en estas fechas, seguirá consintiendo tanto dolor y tanta injusticia? Después de reflexionar, llego a la triste conclusión, que la injusticia y la violencia, sólo concluirán el día que nos vayamos de este mundo.
Y, entre tanto, para alegría de nuestros niños, seguiremos, un año más, adornamos el árbol de Navidad. Y, lamentablemente, todo lo que haremos es mirar para otro lado o poner tapones en los oídos para que los gritos de sufrimiento de tantos seres humanos no nos impidan disfrutar de las fiestas. Ante tanta injusticia, mi sentimiento de culpabilidad me llevó a escribir este pequeño poema:
POEMA DE LA DESESPERACIÓN
Rayos, tormentas y miedos pueblan mi existencia,
quisiera huir de este mundo, quisiera apagar mi conciencia.
Quisiera encontrar otro mundo sin dolor, sin guerras,
sin odios, sin ira, sin fobias, sin niños que vaguen perdidos,
donde los hombres dejen de matarse, guarden sus rencores
y estrechando sus manos vivan siempre unidos.
Un mundo donde las aguas, discurriendo a su libre albedrío,
entonen un himno de paz mientras buscan su río.
FELIZ NAVIDAD Y VENTUROSO AÑO 2022
Piorno-kirschenfeld
Difícil leer tan crudo relato amigo Piorno sin estremecerse. Sabemos lo que ocurre hoy mejor que en ninguna otra época pasada, dadas las posibilidades de información inmediata que disponemos, pero opino, que tu relato amigo mío, cambiando nombres y personajes se asemeja mucho a otras épocas o incluso aquellas aun fueron peores.
Opino de esta manera, porque estoy convencido de las imperfecciones del ser humano, que no han cambiado en el transcurso de los siglos, por eso existen seres malvados y sin escrúpulos y otros que son capaces de dar su vida por otros.
Recordando lo que escribió nuestro Ortega y Gasset (cito de memoria) -de que somos lo que aprendimos de las generaciones anteriores-, su ejemplo fue aterrador, con dos guerras mundiales y entre otras nuestra cruel Guerra Civil.
Pero también hay que recordar, que en el 1914 cuando se originó la I Guerra Mundial, se publicaron dos libros uno en el Madrid de “chozas y casuchas” titulado “Meditaciones del Quijote” y en el mismo año, un poeta andaluz público “Platero y yo”. Dos libros con un enorme contenido humano.
Que quiero insinuar con estos conocidos datos, solamente “suavizar” si puedo tu veraz comentario querido amigo, y si es posible, pongamos cada uno de nosotros nuestro granito de arena para conseguir un mundo mejor, que buena falta nos hace,
Un fuerte abrazo y FELIZ NAVIDAD
NANO35
Amigo Nano,
Hoy, día de Nochebuena, aunque sólo sea por unas cuantas horas, vamos a tratar de olvidarnos de todo lo malo y vamos a procurar que todos los que nos rodean sean felices. Días vendrán para pensar en otras cosas. De corazón deseo que tengáis unas muy felices Navidades y que para el nuevo año, como dicen en la patria de tu encantadora Eva: Guten Rutsch ins neue Jahr.