LA NAVIDAD

Se acerca la Navidad, y, a pesar de los difíciles tiempos que corren, no faltan las luces en las calles ni los villancicos en los distintos medios audiovisuales. Tampoco falta, a pesar de la tragedia provocada por el virus, que afloren en nuestro espíritu los mismos sentimientos de bondad que, como cada año, nos invade la llegada de la Navidad; quizá este año con mayor intensidad, si cabe, al pensar en todos aquellos ancianos que, en la más terrible de las soledades, fallecen a causa de esta pandemia que, aunque con los mismos efectos, pero con la diferencia de que esta fue provocada por el hombre, bien podría compararse con la de las siete plagas de Egipto.

La Navidad, especialmente para los que ya tenemos más pasado que futuro, nos trae sentimientos diversos que se entremezclan entre sí, sin que podamos evitarlo. Para los creyentes, el sentimiento de bondad que nos invade está imbuido por el nacimiento de un niño en un humilde portal de Belén; para los agnósticos o ateos, aunque ellos no lo sepan, o no quieran saberlo, la fuente que les inspira ese sentimiento de bondad es la misma. Creo que a todos o, al menos, a la gran mayoría de los cristianos, en ciertos momentos, además de ese sentimiento de bondad y de alegría nos invade otro de tristeza al recordar a nuestros mayores que, por ley de vida, ya no están con nosotros y que, aunque los recordemos durante todo el año, ahora, quizá porque la Navidad produce el milagro de devolvernos, mentalmente, a nuestra niñez, los añoremos más que nunca. A lo largo del año celebramos infinidad de fiestas, pero sólo una, La Navidad, tiene la fuerza, con su llegada, de conseguir que nuestros corazones aceleren el ritmo y nos transporten al feliz mundo de nuestra niñez. Es la única celebración que tiene la fuerza de llevarnos, año tras año, a revivir, mentalmente, los bellos momentos vividos al amor de nuestros padres, abuelos y hermanos, cuando con enorme alegría y felicidad sin igual, celebrábamos tan entrañable advenimiento.

Eran tiempos difíciles y muy diferentes a los actuales, pero en los que, a pesar de todo, la llegada de la Navidad traía consigo días hermosos e inolvidables, especialmente, para los más pequeños; niños de la posguerra que, en la mayoría de los casos, carecíamos de lo más elemental. Tiempos cuyo recuerdo, llegando estas fechas, a través de la distancia de los años, invaden nuestro espíritu creando en nosotros un halo de alegría, a la vez que, sin poder evitarlo, nos causan gran tristeza, al recordarlos; tal vez, porque como escribió Machado: “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.”

Triste senda plagada de tumbas donde reposan los que con tanto cariño y sacrificio nos criaron y nos educaron; sin lujos, sin la tablet, sin el móvil, sin ordenadores y, por qué no decirlo, en muchos casos sin lo más elemental, pero que hicieron de nosotros una generación de personas educadas, trabajadoras, honradas y respetuosas con nuestros mayores; una generación que supo sacrificarse en silencio para que sus hijos tuvieran una infancia mejor que la que a ellos les tocó vivir ¡Qué tiempos aquellos!

En el pueblo donde yo nací y me crie -una pequeña aldea en la montaña de la provincia de León-, en aquel entonces, no había televisión ni tampoco -al menos en mi casa- aparato de radio. Los villancicos los cantábamos las familias, acompañados musicalmente, en la mayoría de los casos, por la música que producía una cuchara al rascar sobre una vacía botella de anís «La asturiana»; en algunas casas -no era frecuente- se escuchaba el rasgar de una guitarra por algún miembro de la familia que estaba aprendiendo a tocar o por la música procedente de alguna acordeón -instrumento más popular-. Los niños de entonces, en la cena de Noche Buena, no sólo no teníamos televisión ni reproductores de DVD para entretenernos, sino que no teníamos a nuestro alcance ni una mínima parte de la ingente cantidad de dulces y golosinas que tienen los niños de hoy; apenas un mazapán y unos bollos dulces hechos por nuestras madres, que nos sabían a gloría;  en el mejor de los casos, una pastilla de turrón “del blando” y otra del “duro”; nunca mejor dicho, del duro, porque era tan duro que había que cortarlo golpeando con un martillo sobre un cuchillo de herrero, y que, además, nos lo daban con cuentagotas, porqué tenía que durar para todos los días de Navidad y Año Nuevo; pero no por eso éramos menos felices.

No habíamos oído hablar de Papá Noel, menos aún de regalos bajo el árbol. El único árbol de Navidad que conocíamos era el que teníamos en el corral de casa, cuyos adornos se limitaban a la nieve que los cubría, y, como guirnaldas, la silueta de algún pajarillo que, aterido de frío, trataba de refugiarse entre sus ramas. Lo que no faltaba -con mayor o menor número de piezas- era un pequeño belén, cuyas figuras por ser de porcelana, y, porqué procedían de nuestros abuelos, rara era la que no tenía algo roto. Para los que ya divisamos en el horizonte las luces de nuestra estación término, cuando llega la Navidad no podemos impedir que, desde lo más profundo de nuestra alma, brote un suspiro, mezcla de alegría, de nostalgia y de tristeza, al unísono.

Cuando el reloj de la puerta del sol haya dado la última campanada del día 31, y nos hayamos comido la uva número 12, nos adentraremos en el nuevo año y, con renovadas esperanzas y buenas intenciones, volveremos a la normalidad, aunque mucho me temo que la normalidad del próximo año, de normal va a tener poco. El día 1 de enero, pasada la resaca, como cada año, pediremos a Dios que nos permita celebrar la Navidad, un año más, en compañía de nuestros hijos y nietos; y así, un año tras otro, hasta que nuestro viaje por este mundo haya concluido.

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO 2021

3 thoughts on “LA NAVIDAD

  1. Dulces recuerdos que nos quedan de nuestra lejana infancia y ¡qué felices nos sentíamos!, a pesar de las carencias que acaso no fueran tantas al desconocer todos esos artefactos modernos de pantallas y botones. Con qué poco nos conformábamos. Yo esperaba todos los años el paquete del tio Manolo, trabajador en Mantequerías Leonesas en Madrid, en el que, además de un turrón duro y otro blando, había figuritas de mazapán y alguna cosilla más. Lo de las uvas ya fué unos años más tarde, escuchábamos las campanadas en la vieja radio de casa donde siempre disfrutábamos de la compañía de algún vecino. Luego los niños a la cama mientras los mayores seguían con sus partidas.
    Nostalgias aparte, Feliz Navidad amigo Piorno para tí y tu familia, y extensiva para todos los seguidores de tu blog.

  2. Como me gustan todas tus historias tan parecidas a las nuestras. Infaltable un turrón duro y uno blando que siempre lo traía mi madrina para ponerlo en nuestro sencillo arbolito navideño de una rama de un vieja Tuya que había en la casa de mi abuela no le quedaban casi ramas…
    Todos los años le cortabamos una y la pobre fue muriendo lentamente…. Un abrazo muy grande para vos y tu hermosa familia . Feliz Navidad!!!También a todos los integrantes de este blog .

  3. Antonio Machado decía “La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido…” Y yo digo, La Navidad ha venido, nadie sabe cómo ha sido… yo por lo menos lo siento así, es triste pensar que estas Navidades no son como las que hemos vivido toda la vida. Sí, es verdad que hay luces y Villancicos, pero también una alegría un poco forzada que es como si quisiera convencernos que en el recuerdo, esas otras Navidades que celebrábamos acompañados de toda la familia reunida alrededor de la mesa, siguen siendo las mismas. Y es que todos estos meses de pandemia, nos han ido dejando un vacío difícil de llenar. Ni Nochebuena ni Navidad han sido iguales, reunida la familia por videoconferencia, pero cada cual en su casa. Ha sido la primer Nochebuena y Navidad en que hemos cenado y comido mi marido y yo solos, eso sí, con una fotografía en la que está toda la familia, la de la celebración de nuestras boda de oro, presidiendo la mesa…
    Deseo para ti y tu familia, y para todos los amigos de este blog, que hayáis pasado estas fiestas lo mejor posible y que los Reyes, aunque sea con mascarilla, nos traigan algún regalito, y sobre todo el que más deseamos : SALUD.

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