
Queridos lectores:
Hoy quiero traer a este blog algo que, por primera vez, voy a relatar con mi verdadero nombre. Bueno, en realidad, creo que el verbo relatar tal vez no sea el más apropiado, pues esto más que un relato, mucho me temo que se parezca a una confesión.
Aunque, si la salud y los años me lo permiten, seguiré escribiendo mis libros con el conocido seudónimo de Piorno Kirschenfeld, una vez descubierta mi verdadera identidad, la que con tanto celo guardé durante todos estos años, no sé si tiene mucho sentido seguir ocultando mi verdadero nombre. El porqué de este cambio podrán escucharlo al final de este relato en un audio que grabó LA SER en una entrevista que me hicieron el día de la presentación, por la mañana. El nombre del audio aparece al final de este escrito en letras verdes; pincháis sobre las letras y se abre el audio.
Como podéis ver en las fotografías adjuntas, el 16 del corriente mes de enero, patrocinado por la Diputación de León, y organizado por el director de Sección de Coordinación de Bibliotecas, Don Roberto Soto, en el Instituto de Cultura de León, se presentó mi último libro «Hombres de una Raza Especial«.
En la presentación me cupo el honor de estar acompañado en la mesa por tres importantes personalidades: el Ilmo. Sr. Don Manuel Quijano y Cerezal, Gran Collar de la Imperial Orden Hispánica de Carlos V, además de excelente músico, gran compositor y extraordinario cantante; Por Don Julián Cerezal Fernández, hasta su jubilación, Director de Relaciones Institucionales de Caja España, además de Presidente de la Asociación Micológica de León; Por Don Armando López Castro, hasta su reciente jubilación, Catedrático de literatura de la Universidad de León. En la actualidad crítico literario de primer orden y autor de una treintena de libros.
Fue la primera vez que yo asistí a la presentación de un libro, como autor; no, así como de público, pues en calidad de oyente participé en muchas presentaciones. De mis anteriores libros, aunque también, patrocinados por la editorial Piélago del Moro, se hicieron presentaciones, yo, por querer guardar mi anonimato, no asistí a ninguna de ellas y, debo confesar, que ahora me siento, sino decepcionado, si un poco arrepentido. No por el hecho de ser la figura principal de un evento; no, ni mucho menos, pero incluso me sentí avergonzado cuando al final de la presentación, llegado el momento de firmar libros, se me acercó un señor con dos de mis anteriores libros en la mano. Se presentó como periodista jubilado, posó mis dos libros encima de la mesa y mostrándolos me dijo: “Quisiera que me los firmara. En la presentación de estos libros, como no estaba el autor -en ese instante me pareció ver en su mirada un gesto de reproche-, me tocó a mi ocupar su puesto”. Le di las gracias, le dediqué los libros y estreché su mano sin saber qué decir.
Me alegró ver, entre los asistentes, algunos amigos lacianiegos residentes en León. Respondí, como mejor supe, a algunas preguntas que se me hicieron. A quienes habían leído el libro, parece ser que les ha gustado, de lo que me alegro. Un hombre de los que se acercaron a la mesa para que le dedicara el libro, me dijo. “Mi padre trabajó toda su vida en la mina. A él le habría gustado leer este libro”. Creo que sólo por eso ya valió la pena la presentación.
Del libro no voy a contaros nada. Esto no es una recensión y, de serlo, no me correspondería a mí hacerla.
Sólo me resta presentar mis respetos y expresar mi agradecimiento a la Diputación de León, a Don Roberto Soto y, muy especialmente, a mis tres acompañantes en la mesa.
Francisco Cerezal (Piorno Kirschenfeld